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martes, 3 de febrero de 2015

Nietos

Cuando uno alcanza el estado de ABUELO, se encuentra como en la cima de una montaña y puede ver o recordar a quienes lo antecedieron en la vida y a la vez, ser consciente de que ya están quienes lo continuarán.
Es pensamiento común, que uno se prolonga en los hijos y obviamente los nietos llevan también esa impronta. Cuando alguna de las pasiones que lo han encendido a uno en la vida, se reiteran en alguna de estas personitas, se siente un placer especial y se reafirma el convencimiento de que LA SANGRE VIAJA. Es posible que esto encierre una forma de egoísmo, pero no me interesa analizar eso, porque creo en que es un sentimiento legítimo.

El año pasado, Camila me pidió hacer un viaje en bicicleta juntos. No es normal que una señorita de 19 años (bonita y simpática) quiera hacer esto con un septuagenario.. aunque este sea su abuelo. Puede pedir información sobre la experiencia de viajar sobre dos ruedas, sentirse contagiada por las aventuras del Tata, pero finalmente realizar su experiencia con gente de su edad, pero en este caso ella quería que yo fuera su compañero. Y así fue. Durante varios días a golpe de pedal, partiendo de la ciudad de Toulousse y siguiendo el cause del canal lateral de La Garonne, buscamos el Atlántico. Fue un regalo inesperado que disfruté y recuerdo de manera entrañable. 
Hace dos semanas, fui a recibir a nuestro nieto Santiago, que venía de Argentina a pasar una breve temporada por tierras de Huesca. Durante el viaje, me comentó que había logrado ahorrar un dinero que quería usar en algún breve viaje por Europa. La suma no da para mucho, por lo que le sugerí visitara algún país de la Europa "pobre" y porque no, Marruecos. Para un sudamericano, esto encierra algo de mágico, de cuento de las Mil y Una Noches... se trata de África, un continente lejano y poco conocido y hoy, poco antes del medio día, me encontré abrazando a la puerta de un autobús, a alguien que hace poco tiempo podía alzar en brazos y hoy me supera en altura y en sueños. Le confesé la alegría que su aventura me provocaba y me hizo "responsable" de la misma... fue como recibir una condecoración.

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