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sábado, 24 de agosto de 2013

Eugenio

Cuando hice mi primer viaje en bici a Alemania, bauticé a mi carro con el nombre de Eugenio.
Eugenio existe y es un amigo con el que nos conocemos desde hace casi cuarenta años. Muchos son mis amigos y valoro a todos de manera importante, pero con Eugenio hemos logrado una especie de simbiosis y llegan a confundirnos, porque hasta físicamente nos parecemos. 
En estos años atravesamos situaciones de desencuentros puntuales, que nos llevaron a discutir a lo "tano", con vehemencia, pasión y furia. En una oportunidad, en la provincia de Formosa, durante un asado y por lo tanto, cuchillo en mano. El resto de los comensales se fue alejando de nosotros formando un círculo, en el que todos imaginaban una pelea. Cuando tomamos conciencia de eso, nos echamos a reír y nos dimos un abrazo. 
No hubo en toda nuestra historia ningún tipo de circunstancia que nos separara en el afecto. Tampoco hizo falta discutirlo o conversarlo. Cada uno sabe cual es el límite donde por respeto, pudor o tolerancia se puede llegar. Esposas, hijos, política o dinero están fuera de los valores que nos unen. Desde luego, todo esto se apoya en valores que mi amigo ostenta, pero no necesito hablar de ellos para decir simplemente que Eugenio, coincide con la descripción de amigo que hace Atahualpa Yupanqui; soy yo, pero en otro cuero. 
Los lagos de la Patagonia nos vieron navegando en gomón, acampando en sus playas y bosques, subiendo montañas y coronando el volcán Lanín. 
Nos lanzamos desde los inicios del río Colorado, en el sur de Mendoza hasta alcanzar el océano Atlántico en un pequeño bote neumático. 
Recorrimos la totalidad del perímetro del lago Nahuel Huapi (367 kms). 
A punto de recibirnos de "sexagenarios", fuimos asiduos visitantes de todos los refugios del Club Andino Bariloche. 
Largas jornadas de caminata por los filos de los montes, nunca fueron suficientes para extinguir nuestra inagotable charla. Con la espalda fría por el rocío y el pecho caliente por el fogón, muchas botellas de vino se agotaron morosamente mientras ejercitábamos nuestra modesta y particular "filosofía".
El próximo 30 de setiembre se cumplen cincuenta años del fin de una aventura que permite mensurar quien es Eugenio. Ese día, pero de 1963, regresó a Buenos Aires después de haber unido esa ciudad de Argentina, con Detroit en los EEUU, a bordo un viejo Ford A del año 1930. La idea, planificación y desarrollo del viaje fue suya y luego se sumaron su hermano gemelo Fernando y dos amigos.
Entiendo que es algo para compartir y el Negro accedió a volver a contarme su historia. Vamos a ir desgranando como fue ese viaje, fruto de un soberbio ejercicio de libertad y de voluntad enfocada en un sueño.
Hace unos pocos años Eugenio nos visitó y aquí estamos con nuestra compañeras, cómplices necesarias para muchas de nuestras historias.
La seguimos en cualquier momento.....

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