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jueves, 4 de abril de 2013

Plazo (cuento)




Muchas veces había recorrido esa ruta.
A pesar de la noche cerrada, sabía lo que existía a cada lado del camino. Más allá de lo que las luces del furgón mostraban.
Desde Bariloche a Ushuaia, había un largo trecho que superaba los dos mil kilómetros y las horas al volante eran un disparador de pensamientos e imaginación.
Regularmente, cada cuarenta segundos, aparecía en la banquina de la ruta, alternando a izquierda y derecha, el mojón que indicaba el kilometraje, que partía del cero ubicado en la Plaza de los Dos Congresos en Buenos Aires.
Primero se adivinaba su rectángulo negro y blanco en una especie de semi penumbra, para terminar siendo iluminado totalmente por los faros en los últimos treinta metros de marcha, desapareciendo otra vez, quedando nuevamente la achaparrada y escasa vegetación patagónica. 
Y así otra vez y otra y otra más.
Cuando vi el número 1998, lo asocié con el año que estaba transcurriendo y siguiendo ese mecanismo de la mente, imaginaba que el tiempo y la vida tenían un transcurrir idéntico y monótono al de mi solitario viaje.
Yo había nacido en 1945, lo que equivalía  a un punto ubicado a 35 minutos y 30 segundos más atrás de la ruta. 
Fui colocando en esa línea de tiempo–distancia, los acontecimientos más importantes de mi existencia; el casamiento, los nacimientos de mis hijos. La muerte de mi padre.
Entonces, pensé en mi propia muerte.
En qué momento del camino sucedería? Cuanto faltaba para llegar a ese instante?
Otras divagaciones ocuparon mi pensamiento, mientras los kilómetros seguían sumándose con la sucesión de mojones, hasta que un escalofrío me conmovió, al cruzar el marcado con el número 2015.
Fue un miedo extraño y una búsqueda de explicaciones para el sacudón. ¿Por qué apareció la muerte en mi cabeza al cruzar esa marca-fecha?
Falta mucho, me dije, tratando de quitar la importancia, que algo ajeno a mi mente le otorgaba al plazo.

Hoy, a once mil kilómetros de aquella carretera y quince años más tarde, mientras conducía bajo una fina llovizna en el Pirineo de Aragón, un mojón indicador de kilómetros, me recordó que faltan veintiún meses para que se cumpla mi tiempo.

 
                                       Juan Martínez Autor, 26 de marzo de 2013

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